VILLA MERCEDES
El día que desapareció Abel Ortiz, la certeza del homicidio y el rol de los implicados
Se cumplen 10 años de un caso que todavía no está resuelto, aunque hay personas involucradas.
Leer la causa Abel Ortiz es como entrar en una película con final abierto, donde el hecho central se percibe como un crimen perfecto. En la realidad, para la investigación judicial, Roque Abel Ortiz fue víctima de un homicidio, pero al cuerpo no lo encontraron nunca. Es decir, a lo largo de estos 10 años no se ha podido establecer lo que hicieron con él, ni dónde están sus restos. Al mismo tiempo se sabe que Alejandra Espinosa (la ex pareja) es la principal sospechosa. Ella ahora está presa, pero por otro hecho: el tiro que recibió un adolescente (6 meses antes de que le perdieran el rastro para siempre a Ortiz).
El 16 de septiembre de 2014, Espinosa pasó a buscar a Abel, alrededor de las 21, por el sector denominado “el triángulo del barrio La Ribera”. Ellos ya no vivían juntos. “Pochi” estaba en la casa de su hermana Marcela, desde hacía tres meses, pero seguía viendo a su ex. Y eso ocurrió ese día.
Consta en el expediente que él subió al auto y se condujeron hasta el barrio Jardín del Sur porque la mujer quería comprar una casa. Hablaron con el propietario (que no quiso ir hasta el inmueble porque ya era tarde) y al rato se fueron.
Después de eso, Espinosa dijo que condujo hasta Guayaquil y Lisandro de La Torre, donde Abel se bajó para encontrarse con unos amigos. Eso es en el barrio El Criollo, donde él no era un desconocido, porque ahí nació y se crió.
Esa noche desapareció.
Según los fiscales que trabajaron en el caso (se armó una comisión que estaba encabezada por Néstor Lucero), lo que relató la mujer no se pudo corroborar “de ninguna manera”, y pese a la innumerable cantidad de testigos no hay “absolutamente nadie que haya visto esa circunstancia” y tampoco a Ortiz (después del dueño de la vivienda que iban a adquirir). Por lo tanto, para el Ministerio Público Fiscal “surge de manera incontrastable” que Espinosa intervino “de manera directa” en la desaparición.
A continuación, aparecieron otras personas (que de acuerdo a las pruebas) tienen incidencia extrema en la perpetración del delito. El segundo en importancia es Marcelo Acevedo, quien en ese momento era el jefe de la Comisaría 9° de Villa Mercedes, y a quien le comprobaron que mantenía una relación muy cercana con la mujer.
Las sospechas de que Espinosa mintió aparecen por un hecho en particular que genera María Vázquez, su mejor amiga (la tercera implicada), en el mismo momento de la desaparición de “Pochi”.
Ella introduce una testigo a esa noche: llamó por teléfono a Nancy Calderón (que ya estaba acostada para dormir) para que fueran a comer pizzas. Habían pasado 2 minutos de la medianoche del 17 de septiembre cuando hizo el primer contacto telefónico. La volvió a llamar a las 00:43, la pasó a buscar y fueron a comprar la comida.
El primer negocio al que van estaba cerrado, y por eso se dirigen a una rotisería de calle Pedernera que estaba abierta. Compraron también una gaseosa y continuaron viaje hasta la casa de Espinosa, en el barrio Eva Perón, pero no estaba: llegó luego de la 1 de la madrugada. Por lo menos pasaron 3 horas desde que, de acuerdo a su declaración, había dejado a Ortiz en una esquina.
La invitación fue sorpresiva, y tampoco Calderón tenía afinidad ni fluidez con la peluquera. “Dos o tres días después”, Espinosa fue a buscarla, le contó que había desaparecido Ortiz y que la necesitaba de testigo para que diga que la noche del 16 había estado comiendo con ella. Ahí quedó claro que esa inusual invitación había sido orquestada.
En el momento que solicitó el favor no había una denuncia sobre la desaparición del hombre, y ese es otro dato que sobresale. Se entendió eso como un el hecho de “pretender sumar a alguien para verse desvinculada de alguna situación comprometedora”. Calderón era una desprevenida testigo.
Es a partir de la desaparición que Espinosa, Acevedo y Vázquez son imputados por asociación ilícita, es decir integrantes de una organización que cometía delitos contra la propiedad. Se considera que las acciones que desplegaron están relacionadas o tiene algún tipo de participación en el suceso de Ortiz.
“El delito tiene la suficiente entidad para alterar la tranquilidad o el orden público, máxime cuando uno de sus principales integrantes era el titular de una importante repartición policial de nuestro medio”, sostiene la acusación que elevó la causa a juicio en contra de los tres.
Abel, “sumiso y con dependencia emocional”
La autopsia psicológica realizada por profesionales forense es la que permite conocer en qué momento estaba Abel cuando desapareció. Rescatar los rasgos más sobresalientes de su personalidad, y confirma que no presentaba “signos ni síntomas compatibles con trastorno psiquiátrico que le impidan comprender y dirigir sus acciones”, y tampoco que lo pusieran “en situación de riesgo para sí y para terceros”.
Se describe a “Pochi” como una persona sumisa, de escasa confianza en sí mismo, inseguridad y dependencia emocional. “Fácilmente influenciable lo que en cierto momento vital (en pareja) los mismos condicionaron de manera negativa la vida cotidiana de Abel”, describió el juez de Instrucción, Leandro Estrada.
Esto último, según consideró, se revirtió “de manera notoria y positiva” al re-vincularse con integrantes de su núcleo familiar.
Rodeado del amor de sus hermanas, nuevamente, Abel había recomenzado una vida social, el gimnasio (donde iba todos los días), tenía proyectos laborales y personales.
No presentaba conflictos con el grupo conviviente, ni familiar que lo llevaría a irse de la provincia y alejarse de sus vínculos cercanos, sin avisarles.
En este punto, no es posible que Ortiz esté vivo en algún lugar.
“Que lo sigan buscando”, dijo Espinosa en una conferencia de prensa que ofreció el 22 de enero cuando estuvo en libertad por unos meses.
“¿Y si pasa como el caso Madaf? Me como 10 años adentro, aunque ya estuve adentro casi un año y medio, ¿y aparece Ortiz?”, dijo Acevedo en una entrevista esta semana con El Chorrillero.
Este medio le preguntó al ex policía si creía que podían encontrarlo vivo y respondió: “Siempre digo que no hay delito perfecto, sino investigaciones malas”.
Los dos insinuaron que Abel se fue de San Luis porque tenía sus motivos. Lo sostienen, aunque ya pasaron 10 años.